MISIONES EN ALHUÉ
26 de Febrero de 2010

Acabamos de terminar la misión que hemos realizado en tres localidades de Alhué: Ignacio Carrera Pinto, El Asiento y Talamí, durante el verano de tres años.

El grupo de misioneros ha estado constituido por unos treinta jóvenes, la mayoría universitarios, algunos más jóvenes y algunos adultos y dos religiosas. Los equipos han funcionado los tres años de forma independiente, aunque teníamos un objetivo común.

El primer año hicimos empeño en visitar varias veces cada una de las familias. Nos recibieron, en general, bien. Nuestro objetivo era conseguir que, en cada familia se tuviera el Nuevo Testamento, se aprendiera a leerlo y se constituyera un altar con él. Hemos repartido unos cien Nuevos Testamentos. Les hemos invitado ha hacer con ellos un altar, para venerar la Palabra de Dios y habituarles en la lectura. Tuvimos bastante éxito.

El segundo año llevamos unas grutas de la Virgen del Pilar con unas novenas apropiadas para que rezaran. Hicimos el recorrido de cada una de esas grutas: dos n Carrera Pinto, dos en El Asiento y una en Talamí. En este sector resultó un éxito y se la pasaron dos o tres veces cada vecino. En el Asiento se quedó cautiva cuando llegó a una familia de Testigos de Jehová. Pero la recuperamos y volvió a pasar por las casas.
Hemos insistido para que estos dos signos: el Nuevo Testamento y la gruta de la Virgen, sean una memoria permanente de Jesús. Por supuesto, que este segundo año las familias nos recibieron muy bien y con buenos recuerdos.

Este verano era nuestra tercera misión. Volvimos a poner en marcha las grutas de la Virgen. Creemos que ahora con mayor éxito. El proyecto de este tercer año, era crear un equipo que fuera el convocador de la comunidad. En la misión anterior les hicimos prometer fidelidad y tener un encuentro mensual. Resultó durante los dos o tres primeros meses y luego se fue enfriando.

Este año ensayamos con el equipo alguna forma de hacer una liturgia o encuentro de comunidad. Al fin, dialogando con ellos, les propusimos que, quince días después de la Eucaristía con el párroco, los que quisieran (se anotaron en una lista con teléfonos) se encontrarían para tomar juntos unas oncecitas, leer la Palabra de Dios, orar y cantar juntos. Que lo podrían hacer en sus mismas casas, si les resultaba más fácil.

Eso es lo que hemos sido capaces de hacer; pero sabemos que lo sembrado, Dios es quien lo hace crecer.

Sabemos que son muchos los frutos recogidos por nosotros mismos ante la fe sencilla de la gente y el gran cariño que nos han entregado.

                                                                                                                          Jesús Herreros, sm

 

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