Acabamos de recibir por parte del Papa Francisco una encíclica en la que hace un fuerte llamado a cuidar la tierra que Dios nos ha regalado para provecho de todos. Su objetivo, como nos dice él mismo, “no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”. Y nos habla en ella de la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, de la convicción de que en el mundo todo está conectado, de la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que derivan de la tecnología, de la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, del valor propio de cada criatura, del sentido humano de la ecología, de la necesidad de debates sinceros y honestos, de la grave responsabilidad de la política internacional y local, de la cultura del descarte y de la propuesta de un nuevo estilo de vida.
Pretende el Papa Francisco “a la luz de esa reflexión avanzar en algunas líneas amplias de diálogo y de acción que involucren tanto a cada uno de nosotros como a la política internacional”. Y propone también “algunas líneas de maduración humana inspiradas en el tesoro de la experiencia espiritual cristiana.”
Que la Virgen del Carmen, patrona de Chile, a quien en este mes de manera especial le confiamos lo que somos y tenemos, nuestros hogares, escuelas y oficinas, nuestras fábricas estadios y rutas, el campo, las pampas, las minas y el mar le pedimos nos salve de las discordias, asista a nuestros gobernantes y nos ayude a construir una nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría.

P. Alvaro Lapetra, sm Párroco

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