Comienza el mes de octubre con la Semana de la Familia que invita a crecer en la fe y en el amor mutuo a las personas que viven bajo el mismo techo. En nuestra parroquia el término familia abarca situaciones muy diversas: aquellas cuyos responsables descubrieron la alegría de comprometerse mutuamente ante el Señor y recibieron la gracia del sacramento del matrimonio para convertirse en un signo del amor que Dios nos tiene; familias también en la que los padres aún no han descubierto su vocación cristiana a la santidad como esposos ayudados por el sacramento matrimonial; parejas que conviven porque aún no terminan de dar el paso de comprometerse mutuamente en plenitud; familias en las que alguno de los responsables, por una u otra razón, hizo abandono del hogar; familias en las que los abuelos, o uno de ellos, ha tenido que responsabilizarse de los nietos; familias integradas por adultos mayores que se encuentran solos. En todas ellas ha de manifestarse el amor y en todas ellas es importante luchar contra las adversidades que puedan darse: amor que se apaga o desaparece por no cultivarlo adecuadamente, enfermedades crónicas, dificultades económicas, ausencia de un trabajo digno, adicciones en alguno de sus integrantes, violencia intrafamiliar... En todas, tanto las que tienen o no tienen problemas, Jesús quiere hacerse presente porque las ama.