SEMANA SANTA
26 de Marzo de 2012
Se llama Semana Santa a los siete días que siguen al Domingo de Ramos, o la entrada de Jesús en Jerusalén. Son los días decisivos para la vida de Jesús Ha subido a Jerusalén para celebrar la Pascua judía, como creyente fiel de Israel. Pero sabe que allí se juega la vida. El acoso de las autoridades religiosas se ha hecho sentir, con amenazas de muerte. Los discípulos no saben bien qué está pasando. Han querido resaltar la entrada en Jerusalén, como una proclamación del mesianismo de Jesús. Él mismo ha decidido hacerlo montado en un burrito, como declara la profecías de Zacarías, símbolo de la paz y de la humildad.

Aunque lo aclaman como rey, como salvador, Jesús sabe que no pasará nada, porque no es ese el camino del Padre Dios. Los sacerdotes protestan y piden a Jesús que calme las turbas. Jesús los tranquiliza diciendo que no pasará nada, que hoy día hasta las piedras lo proclamarán. Caifás ha decretado su muerte argumentando: "Conviene que muera un solo hombre y no perezca todo el pueblo" aludiendo a posibles revueltas en estas fiestas de Pascua.


En esta semana va a tener algunas discusiones fuertes y enfrentamientos con los sacerdotes y maestros de la ley.
* Jesús denunciará la dureza del pueblo que asesina a los viñadores, a los profetas enviados por su Padre y se quieren quedar con la viña.
* Los fariseos le presentarán el problema político del impuesto al Cesar. * * Jesús denunciará el negocio del Templo convertido en un negocio de la aristocracia sacerdotal.
* Invitará a sus discípulos a observar la soberbia de los poderosos que aparentan generosidad depositando monedas en la alcancía del Templo, frente a la humildad de la viuda que donó unos centavos, que necesitaba para vivir.
* Maldice a la higuera donde no encontró los higos que buscaba y se seca. Es la maldición sobre el pueblo, cuya religión es estéril.
Para nosotros son los días más importantes de este misterio del amor de Dios que se entrega libremente por amor a nosotros. Por lo mismo queremos presentar una reflexión sobre esos días santos que pueda servir para nuestro crecimiento cristiano. (Leer Marcos 11.)

JUEVES SANTO


Parece que Jesús ha decidido adelantar la celebración de la Pascua.
Ha observado actitudes agresivas y sospecha que algo trágico puede ocurrir. Es entonces cuando nos puede confesar que la semilla que muere para producir fruto, es el signo de su vida. (Jn. 12, 22-23) Ha debido morir a sí mismo.
Con esta conciencia llega a la celebración de la Pascua judía: el recuerdo agradecido de la liberación de su pueblo.

He decidido ardientemente celebrar esta Pascua con ustedes, pues pienso que será la última Pascua antes de la Eterna.

Estando ya al final de la cena, encuentra en el pan y el vino, un nuevo símbolo de su vida. "Mi vida ha sido como un pan partido y entregado a los demás" El vino es el signo de mi sangre derramada por amor a mi pueblo".
Ahora se va a consumar la Nueva y Eterna Alianza de Dios con su Nuevo Pueblo, alianza que se inició en la Encarnación. Esta Alianza será eterna, porque Jesús pasa a la vida eterna. Esta alianza se revelará como alianza de amor, porque Jesús entrega su vida por amor. "Nadie me quita la vida, dijo, yo la entrego".

¡Padre! Me diste un cuerpo. Aquí está para hacer tu voluntad.
Mi vida ha sido como este pan partido, así me entregué a ustedes.
Mi sangre ha sido como este vino derramado al servicio de todos. Yo lo entrego como signo de mi amor y el amor de mi Padre por todos los hombres.
Serán fieles a esta Alianza, si hacen lo mismo que yo he hecho. Si sus vidas, su cuerpo, su fuerza, su inteligencia, son entregadas por amor a Dios y a los hombres.

Ya resucitado, permanece eternamente como cuerpo y sangre entregados por amor a nosotros. Su presencia sacramental, simbólica y real, nos recuerda la eternidad de su Alianza de amor y fidelidad.

Hagan esto mismo en memoria mía. Yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos.

Judas ha abandonado la Cena. Lo que has de hacer, hazlo pronto
Jesús irá al Huerto de los Olivos a confesar a su Padre su dolor y su soledad. "Si es posible, aleja de mi este dolor; pero que se haga tu voluntad.

 

VIERNES SANTO:

La crucifixión del Señor, es la consumación de nuestro pecado. Hemos asesinado a Dios, al Santo y al Justo. "El que haga esto con uno de estos pequeños, conmigo lo hace"; de este modo continúa la pasión del Señor.

La muerte de Jesús es el gesto supremo de la solidaridad de Dios con el dolor, la injusticia y la muerte del hombre. San Pablo nos dice que Dios hizo pecado (a su propio Hijo). Es decir, se solidarizó con nosotros hasta el máximo, hasta sufrir la muerte, pues se considera a la muerte como consecuencia del pecado, no suyo, sino nuestro.
Mirar a Jesús en la Cruz, para poder creer, esperar, sufrir y perdonar, nos dice Von Baltasar. Contemplar a Jesús en la Cruz que grita:
¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado!
¡Tengo sed!
¡Perdónalos, porque no saben lo que hacen!
¡Hoy estarás conmigo en el paraíso!
¡Madre, ahí tienes a tu hijo!
¡En tus manos encomiendo mi espíritu!

Frases bíblicas:
Y "nosotros lo creíamos castigado por Dios, pero eran nuestros pecados los que cargaba". ¿No son los pobres, borrachos, flojos, ladrones, quienes cargan con nuestros pecados?
"Creció en la soledad y el abandono, como raíz en el páramo. No había en él belleza, ni era atractivo; despreciado; rechazado por los hombres, familiarizado con el sufrimiento, como alguien a quien no queremos ni mirar... y eran nuestros pecados, nuestras culpas las que cargaba".
Isaías 53,1-4.
Con este texto de Isaías, que los evangelistas refieren a Cristo, nos invita a mirar el dolor y la cruz de nuestro pueblo abandonado, al que hemos vuelto la espalda y de quien no soportamos ni su olor. Por eso los marginamos de nuestras ciudades y les cargamos con los trabajos más sucios y peor pagados.
Mirar a Jesús, es una oración sugerente y profunda. Como Teresa de Ávila exclamaba: ¡Cómo buscar riquezas, viendo a Jesús desnudo!
Mirar a Jesús como aquel escapado del catre de tortura que, al entrar en un templo, se abrazó a la cruz y exclamó ¡Si ha sufrido más que yo...!
Mirar a Jesús en el fracaso y en la soledad y encontrarse con Él.
Mirar a Jesús en el lecho del dolor y la muerte y escuchar ¡Hoy estarás conmigo en el paraíso!
Mirar a Jesús y esperar, confiar y renacer con fuerzas para volver a vivir.

¿Cómo enfrentamos el dolor y enfermedades de la vida?

SÁBADO SANTO

¡HA RESUCITADO!
Todo el tiempo de cuaresma ha sido un caminar con Cristo, la mirada fija en la meta: La Resurrección, La Vida Nueva.
Jesús, "animado por el gozo que le esperaba, soportó la Cruz, sin acobardarse y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios."
Heb.12, 2.
La resurrección de Jesucristo no es simplemente un acontecimiento individual. Pues podríamos argumentar, y nosotros ¿Qué?
Con Jesús resucitó nuestra carne. Nosotros hemos resucitado ya con Cristo, nos dice S. Pablo. Porque desde la Encarnación, nuestra carne ha sido "solidarizada" asumida junto con la carne de Cristo. Jesús ha corrido nuestra suerte, para que nosotros corramos la misma suerte que Jesucristo.

Pero hay más razones:
La resurrección de Jesucristo es una revelación, una manifestación de Dios. Dios es el Dios de la vida. El que toma venganza contra la muerte.
La Sagrada Escritura interpreta el misterio de la muerte como consecuencia del pecado, pues Dios nos ha creado para la vida. Sab. 2, 23-24.
La vida es el destino del hombre.
Dios es fuente de vida. Su presencia es sanadora y dadora de vida.
El paralítico de la piscina Bethesda, esperaba que alguien le metiera en el agua para sanar. Llega Jesús, agua viva, y queda sano. Jn. 5,1-9.
Ezequiel nos presenta a Dios como fuente de agua que fertiliza y sana a todo el que se acerca a Él. Ez. 47 y Ap. 22.

Más razones aún:
La resurrección significa la justicia definitiva y última de Dios.
Dios toma venganza contra el pecado, resucitándonos y dándonos la vida que el pecado nos arrebató. La resurrección es el acto por el que da la muerte al pecado y la vida al hombre. Ese es el poder y la justicia de Dios.
Por eso mismo, la vida del hombre, no es simplemente, esperar la resurrección en Dios, sino la tarea de dar la muerte al pecado, a la injusticia y a todo lo que atenta contra una vida plena y feliz
Nuestro compromiso, recibido de Jesucristo, es crear vida en abundancia. Esta vida es ya resurrección porque ha precedido la muerte del pecado.
Así se reveló en Jesucristo la voluntad del Padre: que vino a perdonar los pecados, expulsar los demonios, sanar toda enfermedad, respetando toda vida, porque el Padre quiere que nadie se pierda, sino que todos se salven y tengan vida eterna.

Repitamos con el Fundador: Creo en la vida eterna.

 

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