El tema de este año puso de relieve el tema de la innovación y creatividad como desafíos para la gestión del aprendizaje de niños y jóvenes.
La escuela católica no puede ser ajena a la evolución impresionante de la institución escolar de las últimas décadas. La primera y necesaria confianza tiene que ser ganada por ser escuela de calidad, que reafirme su capacidad de crear las competencias para los actuales contextos, que enseñe a aprender, y que abra posibilidades y oportunidades. Así, sus didácticas, pedagogías y metodologías también van de la mano de la teoría educativa, de las mejores prácticas, y que responda también a los sistemas evaluativos existentes en los países e internacionalmente aceptados. Por eso, conviene preguntarnos: ¿Cómo trabajan los colegios más innovadores del mundo?
Con el surgimiento de las nuevas tecnologías y los avances en el conocimiento de cómo funciona el cerebro y cómo aprendemos, emergen nuevos estilos y dinámicas de trabajo en el aula, orientados a conseguir una experiencia de aprendizaje más profunda y duradera en el tiempo. ¿Cuáles son entonces las metodologías y enfoques que conviene considerar y llevar a la práctica en la Escuela Católica? ¿Qué dinamismos necesita nuestra escuela católica hoy para aprovechar la tecnología en función de las necesidades de los proyectos educativos - pastorales? ¿Cómo formar para la contemplación y para la profundidad en el mundo digital? Estos dos valores son imprescindibles para dar el paso de los datos a la información y de la información al conocimiento, es decir, del mucho conocer a la sabiduría
Las últimas décadas han visto una evolución del enfoque de la gestión directiva en las instituciones educativas, que ha pasado del rector administrador al directivo líder de la propuesta pedagógica. ¿Cuál es entonces el foco de la responsabilidad y dedicación que compete al director de un colegio católico? ¿Qué educadores necesita la escuela católica de hoy?
La Escuela Católica de hoy vislumbra tiempos para la creatividad y la esperanza, tiempos en que la fuerza, coherencia y consistencia de nuestra propuesta que, a manera de signo nuevo, aportará aire fresco y sentido a la niñez y juventud de América. ¿Para qué estamos educando hoy? ¿Cuál es la utopía pedagógica del evangelio? ¿Qué metodología educativa nos presenta el evangelio para responder a los nuevos contextos de hoy?
Estas preguntas fueron abordadas por diferentes especialistas, que a través de sus conferencias intentaron dar respuestas desde el conocimiento y la experiencia, la investigación educacional y el desarrollo de proyectos de innovación. Se presentaron académicos universitarios, líderes de empresas tecnológicas, docentes, emprendedores y personas que trabajan en proyectos de voluntariado. También hubo tiempo para la capacitación en talleres sobre los más diversos temas: neurociencia, robótica, habilidades, aprendizaje basado en proyectos, neurogym, creatividad, trabajo colaborativo, entre otros.
Luego de tres días intensos de trabajo, escuchando conferencias, participando en talleres y especialmente compartiendo con educadores venidos de diferentes países, es necesario hacerse la pregunta: ¿qué nos deja a nosotros los chilenos que participamos en el Congreso? ¿qué nos dice y provoca esta gran reflexión sobre innovación y creatividad?
En primer lugar, una sensación de que en Chile el debate ha estado demasiado centrado en un par de temas que la Ley de Inclusión ha establecido. Desde hace un par de años hemos estado preocupados sólo del lucro y la inclusión, ambos desafíos importantes para la educación chilena que quiere transitar hacia más y mejores oportunidades para todos los niños y jóvenes. Sin embargo, el debate sobre el futuro de la educación, lo que requieren saber los estudiantes, las habilidades que se necesitan desarrollar en la sociedad del conocimiento, parecieran estar debilitado o ausente. En este sentido fue muy destacada la presentación de Miguel Barrero, que nos hizo reflexionar sobre las ocho características del Aprendizaje necesario para desenvolverse en el siglo XXI, con una sugerencia de las tecnologías y posibilidades que hoy está disponibles para alcanzar dichos aprendizajes:
Aprendizaje:
En segundo lugar, la constatación de que la innovación no tiene un valor en si mismo si es que no se hace con sentido, teniendo en cuenta el “para qué” innovamos. Esta reflexión fue presentada por Augusto Ibañez, Director Corporativo de Educación de Ediciones SM. Haciendo referencia al “Bosque Pedagógico” un reciente libro escrito por el filósofo José Antonio Marina, señala que hay que tener cuidado con las “modas” que hoy motivan a muchos actores del sistema escolar. Cambiar el currriculum, variar las metodologías, llenar los colegios de tecnología, capacitar a los docentes, no va a ser efectivo si no hacemos las preguntas correctas y en el orden correcto. Lo primero es preguntarse “para qué” quiero innovar y luego decidir el “cómo”. Tener a la vista siempre el problema concreto que se quiere resolver, sin tentarse con las recetas, que pueden haber funcionado bien en otros contextos y otras condiciones. Según Augusto Ibañez, en nuestra tradición católica hay muchos ejemplos valiosos de personas que innovaron teniendo claro el para qué, entre ellos el P. Chaminade y la M. Adela que imaginaron congregaciones, con grupos de laicos y religiosos en misión compartida, al servicio de la evangelización y la acción social.
Finalmente, la motivación para trabajar en nuestros propios desafíos como Educación Marianista de Chile. La necesidad de innovación y de responder creativamente a las cuatro claves que la Fundación Chaminade a propuesto como énfasis del trabajo en nuestras obras educativas el año 2018.
Jorge Figueroa
Director Ejecutivo
Fundación Chaminade