Los integrantes de las CLM de Chile están preparándose para renovar este próximo 15 de agosto su Alianza con María. Alianza que implica renovar la consagración bautismal, reafirmar la decisión de ser discípulos de Jesucristo poniéndolo en el centro de la vida de cada uno y dejando que María lo forme en sus corazones y los haga colaboradores de su tarea de dar a su Hijo al mundo.
Estos días, por lo tanto, son una buena ocasión para que personal y comunitariamente se discierna sobre la vocación a la que se está llamado, se reconozcan las posibles infidelidades a ella y se siga experimentando con alegría el gran amor que Dios nos manifiesta, entre otras muchas cosas, por el inapreciable regalo que nos ha dado en el carisma marianista. Carisma que, entre otras riquezas, tiene una fuerte connotación misionera
Todos los integrantes de las CLM han recibido una vocación ("llamada") a ser cristianos. Se concretó con el Bautismo que en un momento de sus vidas asumieron y completaron con los otros dos sacramentos de iniciación: la confirmación y la eucaristía. De esa manera, de a poco, se integraron a la Iglesia católica y decidieron ser discípulos de Jesucristo.
Dentro de la Iglesia se pueden asumir estados de vida diferentes que llevan a una misma santidad, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Y a su vez, es bueno hacerlo asumiendo alguno de los múltiples carismas que el Espíritu Santo promueve en la Iglesia, embelleciéndola con la variedad de los mismos. Independientemente de la diversidad de estados de vida y de los carismas recibidos, todos los integrantes de la Iglesia estamos invitados a ser fieles a las líneas y orientaciones que se dan para el conjunto de la comunidad eclesial a través del discernimiento animado por sus pastores.
Hace ya algo más de cuarenta años la Iglesia, iluminada por el Espíritu Santo, hizo un gran discernimiento en el Concilio Vaticano para descubrir hacia dónde tenía que caminar en estos tiempos. Enseguida la Iglesia latinoamericana en Medellín trató de aterrizar las orientaciones del Concilio. Una década después lo hace en Puebla, más tarde en Santo Domingo y últimamente en Aparecida. A nivel diocesano, se han ido concretando a través de Sínodos, donde las iglesias locales han ido entregando las orientaciones correspondientes.
Los Movimientos eclesiales como las CLM, si quieren mantenerse fieles a su vocación eclesial, deben tener muy presente las orientaciones y acentuaciones que su Iglesia entrega periódicamente. Por eso es fundamental para las CLM y sus integrantes preguntarse primero si conocen cuáles son esas orientaciones y acentuaciones, y después en qué medida se hace el esfuerzo de llevarlas a cabo.
En Aparecida se nos invita insistentemente a ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Y a vivirlo haciendo una Misión Continental. Esta Misión ha comenzado ya, durará varios años y todos estamos llamados a participar en ella, misionando y dejándonos misionar. Uno de los gestos sugeridos para iniciarla en Chile ha sido la bendición de los hogares. Sería bueno, por ejemplo, preguntarnos en las CLM cuántos hogares ya se han bendecido y a cuántos hogares personalmente hemos ofrecido hacerlo (hogares de nuestra familia más amplia, de nuestros amigos, vecinos, compañeros de trabajo, apoderados de los cursos de los hijos en edad escolar...).
En el contexto de la Misión Continental, la Iglesia chilena está invitando a "Hacer de Chile, una mesa para todos", en la que todos se sientan invitados y donde nadie esté excluido. Y para ello se nos motiva a abrir la mesa de la Palabra (a través de fomentar en todas las instancias pastorales la "Lectura orante de la Biblia"), a cuidar y extender la mesa de la Eucaristía (participando e invitando a participar más y mejor en la Eucaristía, especialmente la dominical) y a la mesa de la solidaridad (compartiendo efectiva y abundantemente con el que carece de bienes materiales).
Parece importante que este año, de forma especial, los Testigos de las CLM al renovar su Alianza con María tengan presente todas estas orientaciones de la Iglesia para que de esta manera sus personas y comunidades participen realmente en la construcción decidida y generosa del Reino junto con toda la Iglesia.
P. Álvaro Lapetra, SM