Ser solidario exige estar atento a las necesidades que tienen las personas que nos rodean y en general el mundo en el que nos toca vivir. Para ello necesitamos hacer nuestra la mirada misericordiosa de Jesús. Mirada que no se quedó solamente en ver el dolor de la viuda que pierde su único hijo, o la limitación física de los ciegos, leprosos, paralíticos, o la esclavitud que provoca la ambición por el dinero, o la soledad afectiva de la que no le bastaron cinco maridos, sino que Jesús les puso remedio dando vida al hijo fallecido, salud al ciego, a los leprosos, al paralítico, llevando la salvación a Zaqueo el publicano, llamando a Mateo el recaudador de impuestos, invitando a beber de la fuente que da vida a la samaritana… La mirada misericordiosa a la que se nos invita ha de completarse en un actuar descubriendo el rostro de Jesús identificado con el que tiene hambre y sed, está sin ropa, enfermo o en la cárcel.
Jesús nos invita a mirar con ojos solidarios al que se siente solo, al enfermo adolorido, al postrado, a los niños que crecen sin papá o mamá, a los que están esclavizados por alguna adicción…
Asumamos el ejemplo de tantas personas anónimas que son solidarias en nuestro ambiente: los que se hacen cargo de un ser querido postrado durante años, los que comparten su escasísima pensión con otros que ni siquiera la reciben, las abuelas y abuelos que teniendo ya edad para descansar asumen la crianza de sus nietos, las Hermanas y su personal que atienden a 200 abuelos recogidos en el Hogar Villa Padre Hurtado de nuestra población, y de tantos otros que para callado practican aquello de “no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. En todos ellos está la hermosa imagen la Iglesia discípula y misionera de Jesucristo.
P. Alvaro Lapetra, sm Párroco
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